Abuelos

Abuelos. Fuente: www.ritapouso.com

Ya han pasado dos años desde tu último cumpleaños en persona y me parece inverosímil.

Inverosímil que tu cuerpo ya no esté presente y que le des alas a mi escritura, estancada y hecha trizas. No tan rota como mi corazón, abuelo, que tiembla cada vez que te pienso y que me duele cada vez que revivo esa última semana fatídica.

 

 

Me castigo por no haber estado más contigo y no haber buscado el tiempo para abrazarte. Por haberte oído y no escuchado cuando me dijiste que te costaba un poco respirar pero que seguro que al día siguiente ibas a mejor.

Sé que no me quieres menos por esa semana, pero yo me lamento de cada abrazo y beso que no te di por no haber solucionado mis desbarajustes mentales a tiempo.

Ahora, en este cumpleaños tuyo desde el cielo y entre mis lágrimas, la abuela y tú me ayudáis a relativizar la vida. Tu muerte, abuelo, ha sido una dolorosa lección en la que me has recordado que estamos aquí de paso, que los suspiros son aire y van al aire, y que las lágrimas son agua y van al mar. Que lo que no hagamos a tiempo o a destiempo de poco sirve, y que lo único que nos vamos a llevar de aquí es la experiencia de haberlo dado todo o nada, y cuatro cosas más o menos. Y que, con suerte, habrá alguien que nos recuerde después de que se hunda nuestro barco.

Al contrario de Bécquer, mi amor por ti ni se olvida ni se acaba, está calado en mi ser como cala el frío de invierno en los huesos. Y aunque no tenerte sea una muerte en vida, nuestro eterno amor por ti te mantiene vivo entre nosotros.

Feliz cumpleaños abuelo. Te amo y te amaré el resto de mis días.