Hace tiempo que no le quiero. Occidente me escupió en la cara.
Te fuiste no físicamente. O lo que es lo mismo, estás sin estar. Desde el momento en el que escupiste la primera mentira se esculpió un muro fronterizo entre tú y yo. ¿Se puede mentir mirando a los ojos? Sí. Una ocasión ejemplar para añadir algo nuevo a mi lista de aprendizaje diario.
Y esa mentira, esa p*** mentira, me ha llevado a la reflexión. ¿Por qué miente el mentiroso?
En Nepal se conduce por la izquierda, dice la teoría. Sin embargo, muchos de sus habitantes decidieron ser más prácticos.
Te observan las olas, con rabia. Desea su sal besar tus poros y sudar a través de tu piel. No puede. Se rinde.
Si de lo que pudo haber sido me lamento, no le dejaría sitio al porvenir que viene vestido de Discóbolo de Mirón.
Cada kilómetro que te alejes del radio de mi aire se resiente en mi pulso. Así, la aguja que cose tu mente y la mía me pincha si no te respiro.
Ya son más de diez años los que han pasado y es ahora cuando me siento más conectada a ti. Será la vida y lo que se aprende de ella. Será el amor que recibo de mi madre que no ha dejado de nutrirme desde que te fuiste. Será la admiración que te tengo, inabarcable desde el punto de vista humano.
Barcelona. Hace días que quería decírtelo. No encontraba las palabras. Tampoco ellas venían a mí. Hoy he decidido lanzarme. No me importa que la piscina esté vacía. Quiero sincerarme, decirte lo que siento. Aplicar la honestidad que tanto defiendo en lo que escribo.
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