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El hogar de Risolat en Uzbekistán

La joven madre de familia abre las puertas de su casa construida en la árida ciudad de Jiva
Risolat y sus hijos, Uzbekistán. Fotografía: Raül Girona. Texto: Margarita T. Pouso

Risolat y sus hijos, Uzbekistán. Fotografía: Raül Girona. Texto: Margarita T. Pouso

La mezcla de adobe y paja barniza los muros exteriores de las casas locales de Jiva. Así, la ciudad se tiñe de un color marrón grisáceo que se ve iluminado a diario por intensos rayos de sol y que está sometido a altas temperaturas. La delicadeza del material obliga a sus habitantes a rehabilitar sus fachadas al menos una vez al año.

Rano; la mujer de negocios en el desierto de Karakalpakstan

Karakalpakstan es una república autónoma dentro del estado de Uzbekistán. Esta república ocupa el tercio occidental del país y se sitúa al este del río Amu Daria y al norte del oasis de Jiva.
Yurtas, Uzbekistán. Texto y fotografía: Margarita T. Pouso

Yurtas, Uzbekistán. Texto y fotografía: Margarita T. Pouso

La región, con capital en Kukus, se extiende desde las costas del mar Aral hacia el sureste. La mayor parte de su superficie la ocupa el desierto de Kizilkum con 300.000 km2.

En turco, kizil significa <<rojo>> y kum <<arena>>. El nombre del desierto de Kizilkum encuentra su explicación en el tono rojizo que presenta su arena. Es precisamente en este desierto donde la hermana de Rano Opa Yakubova montó su negocio turístico en 1998 y del cual la misma Rano pasó a ser la copropietaria a partir de 2005.

Svetlana; funcionaria de enlace de Médicos Sin Fronteras en Uzbekistán

La oficial de enlace uzbeka organiza los visados y las acreditaciones de los trabajadores de todo el mundo que quieren colaborar en las diferentes misiones que la ONG propone

Svetlana se reúne con los tahínos a la entrada del Hotel Shodlik Palace, el alojamiento de los expedicionarios durante su estancia en Tashkent. La funcionaria de enlace de Médicos Sin Fronteras en Uzbekistán va vestida con camiseta azul oscura, pantalones blancos y sandalias. Su recogido trenzado concentra muy bien su abundante y suave melena negra y es equiparable a la elegancia que, de forma natural, se desprende de su gesticulación. Svetlana es prudente en su presentación y mantiene ese estado anímico durante la tarde de conversación en inglés.

Svetlana recibe a la Expedición Tahina-Can 2015 en Tashkent. Fuente: www.ritapouso.com

Svetlana recibe a la Expedición Tahina-Can 2015 en Tashkent. Fuente: www.ritapouso.com

La dicotomía del país de las sonrisas

Monje budista, Tailandia. Fotografía: Lucía Cornejo. Texto: Margarita T. Pouso

Monje budista, Tailandia. Fotografía: Lucía Cornejo. Texto: Margarita T. Pouso

En las calles de las grandes ciudades de Tailandia se fusionan tradición y vida cosmopolita. Delante de un establecimiento de McDonald’s, reflejo del capitalismo más agresivo, los pequeños comerciantes montan a diario sus puestos como método para afrontar el paro.
Las calles se inundan de puestos de comida preparada, de gente sentada en el suelo vendiendo collares de flores y de tenderetes repletos de frutas. Se da pie al regateo entre quienes se ganan la vida a través del turismo y quienes pretenden llevarse la esencia de Tailandia en un pequeño buda de madera o en una postal que enmarque los monumentos del país.

En cualquier esquina, inclusive la del McDonald’s y la del Burger King, se alza un pequeño altar para hacer ofrendas a las deidades. Tailandia es un país de contrastes, qué país no lo es, pero en el Antiguo Reino del Siam los monjes budistas se pasean descalzos, vestidos con túnicas naranjas o marrones y conectados a sus smartphones. Los olores impregnan el oxígeno. Ellos se desprenden de cada puesto de comida y son tan penetrantes que adquieren sabor al respirarlos. A pocos metros de los mercados y de las callejuelas tortuosas donde la gente tira el agua sucia, se alzan grandes edificios y centros comerciales inspirados en el estilo occidental más puro. Allí no hay chicos llamando la atención para vender unas deportivas falsificadas, ni las dependientas pasan la calculadora a los clientes para que regateen el precio del producto.

Clara: “Para mí la felicidad es sinónimo de amor”

Registan es el corazón de Samarcanda. La plaza fue la bomba muscular de la Ruta de la Seda y el punto de encuentro de eruditos, científicos y mercaderes. Embriagada en el imaginario de la antigua ruta comercial de Asia Central, el ruido de las obras de rehabilitación de este patrimonio me abofetea el sexto sentido que a punto estaba de presentarme a un desaliñado y atractivo Marco Polo.

Plano Americano de Clara. Conversación en Samarcanda, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Plano Americano de Clara. Conversación en Samarcanda, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Anora: “Para mí la felicidad es la salud”

Ante el Árbol de los Deseos del Mausoleo de Bahovaddin Nakshbandi se encuentra Anora. Cuenta la leyenda que el Santo Nakshbandi, al llegar de la Meca, trajo a Bujará una piedra de medio metro y un bastón. Del bastón crecería una morera. Hoy en día, como símbolo, se cierne un tronco de morera de 700 años en el santuario sufí. Los peregrinos y uzbekos que llegan al mausoleo dan tres vueltas alrededor del tronco mientras piden un deseo e intentan arrancar alguna astilla del árbol.

Plano Americano de Anora. Conversación en Bujara, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Plano Americano de Anora. Conversación en Bujará, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Svetlana: “Para mí la felicidad es el estado del corazón en el que soy”

“Bonito pintalabios”. Esas fueron las primeras palabras que pronunció cuando empezamos a hablar. Svetlana tiene 29 años. Nació en Uzbekistán, en una ciudad pequeña cerca de Tashkent.

Plano Americano de Svetlana. Conversación en Tashkent, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Plano Americano de Svetlana. Conversación en Tashkent, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Rano: “Ver a las personas que quieres y amas. Eso es la felicidad”

Minutos antes de entrar en la yurta más administrativa del desierto de Kizilkum, Rano contabiliza los gastos de los turistas. Lo hace en una libreta de páginas que un día llegaron a ser blancas y cuyas esquinas luchaban contra la gravedad. Se ayuda de una calculadora para hacer las sumas. La entrevista, traducida simultáneamente por el guía Ahror, tiene ritmo. Fluye. Rano acaba una frase y hace una pausa, esperando a que Ahror me traduzca su respuesta. Sus 15 años de profesora de uzbeko y de literatura uzbeka se entrevén en los 13 minutos y 54 segundos de entrevista.

Plano Americano de Rano. Conversación en Karakalpakstan, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Plano Americano de Rano. Conversación en Karakalpakstan, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Nargiza: “Para mí la felicidad es que mi marido no me engañe”

Al acabar la entrevista de Zubayda, Nargiza entró sigilosa al restaurante. Sus ojos claros y grisáceos iluminaban su rostro.

Plano americano de Nargiza. Conversación en Jiva, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Plano americano de Nargiza. Conversación en Jiva, Uzbekistán. Fuente: www.ritapouso.com

Nargiza tiene dos hijos. Su hija está en 2º curso y su hijo tiene 6 años. Su marido es obrero y carpintero. Él ha dado forma a todos los muebles de madera del restaurante. También ha fabricado todos los muebles de los hoteles de Jiva.

El trekking del catolicismo al animismo en Chiang Mai

Cuidador de elefantes y el paquidermo en el Campamento de Elefantes de Chiang Mai, Tailandia. Fotografía: Lucía Cornejo. Texto: Margarita T. Pouso

Cuidador de elefantes y el paquidermo en el Campamento de Elefantes de Chiang Mai, Tailandia. Fotografía: Lucía Cornejo. Texto: Margarita T. Pouso

La ruta de Lu en la “Rosa del Norte”

La provincia de Chiang Mai, al noroeste de Tailandia, combina urbe y naturaleza en una superficie de 20.000 km2. En Chiang Mai, ciudad situada a unos 700 km de Bangkok, los templos envueltos en pan de oro veneran a variopintas figuras de buda. Wat Phra Singh, Wat Chiang Man y Wat Doi Suthep son algunos ejemplos de esos santuarios, siendo el último uno de los más concurridos al conocerse como Templo de Montaña y, también, dado a los innumerables escalones que sus visitantes deben subir para acceder a él.

A pesar de la importancia que tienen las construcciones religiosas en Tailandia, “la Rosa del Norte” o Chiang Mai, aboga por conceder más quilómetros cuadrados a la naturaleza. En ellos se concentran la mayoría de actividades lúdicas que la provincia ofrece a viajeros, turistas, viajantes, expedicionarios y, si se quiere, a los mismos locales.

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